Recuerdo el día que tuviste las agallas para sermonearme como Burro lo hizo con Shreck. «Eres como las cebollas: recubres tu corazón con múltiples capas y no me permites llegar a él», me dijiste molesto. Tu impotencia se transformó en miedo y éste en coraje. Desesperado, tiraste un puñetazo a la pared que te dejó tres dedos quebrados.
Qué inútil es la ira ciega que no comprende. Tú querías llegar a un corazón, a un centro, a una esencia que fuera siempre idéntica a sí misma; pero nunca te percataste de que no hay tal cosa en ninguno de nosotros, de que somos algo más que simples príncipes (o princesas) disfrazados de ogros. Sólo podías pensar que te mentía, que aparentaba, que me ponía máscaras ante ti. Pero, ¿te mentía?, ¿cómo puedo mentir sobre algo cuya verdad desconozco? No he dado conmigo, he ahí una de mis verdades. Nunca lo haré, ahí otra. No existe algo así como “la verdadera yo” que se recubre con múltiples rostros: yo soy esa infinidad de máscaras. El problema fue que cuando yo usé la de tu Dulcinea, tú te pusiste la de mi Romeo; mientras que cuando yo me ajuaré con la de Julieta, tú ya habías preferido ponerte la de Don Quijote. Ahora me coquetea la de Doña Juana, ¿le quedará un momento a nuestra historia para coincidir?
Qué inútil es la ira ciega que no comprende. Tú querías llegar a un corazón, a un centro, a una esencia que fuera siempre idéntica a sí misma; pero nunca te percataste de que no hay tal cosa en ninguno de nosotros, de que somos algo más que simples príncipes (o princesas) disfrazados de ogros. Sólo podías pensar que te mentía, que aparentaba, que me ponía máscaras ante ti. Pero, ¿te mentía?, ¿cómo puedo mentir sobre algo cuya verdad desconozco? No he dado conmigo, he ahí una de mis verdades. Nunca lo haré, ahí otra. No existe algo así como “la verdadera yo” que se recubre con múltiples rostros: yo soy esa infinidad de máscaras. El problema fue que cuando yo usé la de tu Dulcinea, tú te pusiste la de mi Romeo; mientras que cuando yo me ajuaré con la de Julieta, tú ya habías preferido ponerte la de Don Quijote. Ahora me coquetea la de Doña Juana, ¿le quedará un momento a nuestra historia para coincidir?
2 comentarios:
Estimada Zihuatl, aunque estoy de acuerdo con la ausencia de esencias como ud. propone,sólo tengo una observación pequeñita: Si todo fuera cambio y movimiento como al parecer invita esta lectura, ¿qué quedaría de elemento común para poder interrelacionarnos? y si existieran diferentes velocidades en el cambio, es decir, modificaciones más rápidas y otras más lentas (casi inmutables)sobre las que pueden estar basadas nuestras expectativas sobre el otro (alter), por este solo hecho ¿no habría también una cierta razón en el coraje de la persona a la que va dirigido el mensaje? ¿a quién de los dos le correspondería una mayor responsabilidad en el no entendimiento?
Chale, aparentemente es un escrito rápido, pero me causa mucho desasosiego.
Salud!!
Chale mi Leprosario, 'ora resulta que asté ya se convirtió en la versión revisada de Burro, je.
Me pregunta que cuál sería el elemento común que permitiría a los seres humanos (siempre cambiantes) interrelacionarse, y yo le pregunto: ¿tiene que haber uno a güevo (pa'que se oiga con más enjundia)? No se crea mi buen. La neta, yo creo que no hay de otra más que las ganas de querer hacerlo.
Por otro lado, se me hace muy chida la forma tan sutil en que me voltea el chirrión por el palito. Casi, casi me dice: "¿no que no hay esencias?, ¿y el movimiento perpetuo qué onda?". A lo que yo le diría: desde mi punto de vista (ájala, bien propia yo), la condena de las determinaciones inmutables también toca al cambio. Es decir, no me late pensar que somos "X" o "Y" (póngale el nombre que quiera). En pocas palabras, la Zihuatl no es "X" porque no es sólo una cosa (buena o mala, egoísta o altruista, negra o blanca, etc.); pero tampoco es "Y" porque no es la suma de varias cosas en movimiento (Julieta + Dulcinea + Doña Juana). Lo único que quise decir es que no sé quien soy y que tampoco creo que lo llegue a saber algún día, ¿comprende?
Por otro lado, yo no le echo la culpa o responsabilizo a alguien de nada (del no-entendimiento, como ustes dice, por ejemplo). Sólo dije que me parece muy inútil el desgaste al que uno se puede enfrentar cuando va en pos de las esencias de los otros. En lo que a mí me toca, entonces, soy responsable, pero no porque le niegue "razón" al coraje que esa búsqueda infrustuosa puede provocar (que de hecho no lo hago); sino por la falta de ganas de coincidir o de interactuar en ciertos términos.
Chido por el comentario, méndigo
Publicar un comentario