Atento lector, no se espante usted. La Zihuatl no se le va p’al otro mundo. Simplemente se despide de una de sus más grandes pasiones; del rincón secreto que siempre la ha abrigado tan dulcemente; de aquellas playas dilatadas, vistas desde las alturas como vastos abanicos de nácar, tendidos, rematados en filigranas espumosas, lentamente ondulantes; breves, graciosas playas tenues, encajonadas en granitos escarpados; rumorosas playas al son de guijas, caracoles y conchas; abiertos mares embravecidos, bramantes; cólera de olas en vano contenidas por hostiles rocas; olas mugientes, hinchadas, abatidas en estrépito de perlas; epifanías de colores, de las que un enamorado poeta habló alguna vez. Pero no se despide en su calidad de novia enamorada; no podría hacerlo. Su rinconcito no dejará de ser el refugio al que se dirija su alma atormentada en pos de alivio. Se despide de él en su carácter de “estudiosa” que quiere comprender su dinámica y funcionalidad.
Nuestra relación comenzó varios años atrás. La primera vez que lo vi con otros ojos (a mi rincón ¡claro!) fue cuando, en una clase de la facultad, estábamos discutiendo sobre la explotación de los lugares turísticos de Jalisco. En esa ocasión, la trémula voz del Arielito —quien describía la Costa Alegre como sólo él sabe hacerlo—, me cautivó. Y cómo no, si nos habló tan vehementemente de sus paradisíacos paisajes, reflejando en su discurso cierta indignación, ya que, según él, no habían sido explotados “adecuadamente”, y que, por el contrario, habían padecido de cierto desdén por parte de las autoridades (que sólo se preocupaban por el desarrollo de Puerto Vallarta). Pues bien, en aquel tiempo de penurias económicas e incertidumbre académica, me fijé un objetivo: algún día recorrería esos enigmáticos lugares. No pretendía estudiarlos, sino sólo admirarlos. Afortunadamente no tuve que esperar mucho. Las circunstancias se me acomodaron y pronto tuve la dicha de tener ante mis ojos aquel azul profundo con destellos de verde turquesa, donde el sol dibujaba caminos; de sentir muy dentro aquella furia intermitente que se estrellaba contra el pecho de las altas fortalezas de piedra; de respirar aquellos limos de aire turbador; de saborear aquella brisa salina que sazonaba mis labios muertos; de pisar aquellos oros cegadores; de escuchar aquella eterna sinfonía de olas, arenas y rocas, que todavía hoy, me arrullan en mis largas noches de insomnio.
Después, nos volvimos a encontrar, pero en otros terrenos. Ya me encontraba estudiando la maestría y tuve la necesidad de elegir un tema de tesis. Entonces, siguiendo el consejo de uno de mis más admirados maestros, decidí estudiar algo que me apasionaba: la tierra pródiga —para usar la expresión del poeta que bautizó a mi lugar secreto—. Así pues, le dediqué dos años de lecturas, reflexiones y uno que otro viaje. Lamentablemente, el proyecto no se concretó; las urgencias académicas me llevaron por otros derroteros. Cuando me vi en la necesidad de cambiar el tema de tesis, apesadumbrada escribí unas líneas que pretendían ser un compromiso: «I’ll be back», le decía. Pero ahora, tengo que claudicar. Mi pasión no ha menguado, pero mis intereses ya se encuentran en otro sitio.
Adiós rinconcito del alma.
Nuestra relación comenzó varios años atrás. La primera vez que lo vi con otros ojos (a mi rincón ¡claro!) fue cuando, en una clase de la facultad, estábamos discutiendo sobre la explotación de los lugares turísticos de Jalisco. En esa ocasión, la trémula voz del Arielito —quien describía la Costa Alegre como sólo él sabe hacerlo—, me cautivó. Y cómo no, si nos habló tan vehementemente de sus paradisíacos paisajes, reflejando en su discurso cierta indignación, ya que, según él, no habían sido explotados “adecuadamente”, y que, por el contrario, habían padecido de cierto desdén por parte de las autoridades (que sólo se preocupaban por el desarrollo de Puerto Vallarta). Pues bien, en aquel tiempo de penurias económicas e incertidumbre académica, me fijé un objetivo: algún día recorrería esos enigmáticos lugares. No pretendía estudiarlos, sino sólo admirarlos. Afortunadamente no tuve que esperar mucho. Las circunstancias se me acomodaron y pronto tuve la dicha de tener ante mis ojos aquel azul profundo con destellos de verde turquesa, donde el sol dibujaba caminos; de sentir muy dentro aquella furia intermitente que se estrellaba contra el pecho de las altas fortalezas de piedra; de respirar aquellos limos de aire turbador; de saborear aquella brisa salina que sazonaba mis labios muertos; de pisar aquellos oros cegadores; de escuchar aquella eterna sinfonía de olas, arenas y rocas, que todavía hoy, me arrullan en mis largas noches de insomnio.
Después, nos volvimos a encontrar, pero en otros terrenos. Ya me encontraba estudiando la maestría y tuve la necesidad de elegir un tema de tesis. Entonces, siguiendo el consejo de uno de mis más admirados maestros, decidí estudiar algo que me apasionaba: la tierra pródiga —para usar la expresión del poeta que bautizó a mi lugar secreto—. Así pues, le dediqué dos años de lecturas, reflexiones y uno que otro viaje. Lamentablemente, el proyecto no se concretó; las urgencias académicas me llevaron por otros derroteros. Cuando me vi en la necesidad de cambiar el tema de tesis, apesadumbrada escribí unas líneas que pretendían ser un compromiso: «I’ll be back», le decía. Pero ahora, tengo que claudicar. Mi pasión no ha menguado, pero mis intereses ya se encuentran en otro sitio.
Adiós rinconcito del alma.
2 comentarios:
Creo querida Zihuatl, que una despedida de "estudiosa" es una despedida a medias. Sigue pensando en dicha región. Además déjeme decirle que el nuevo reto que se ha impuesto bien vale la pena.
Algún día, cuando menos lo espere ahí estará de nuevo, contemplando esos atardeceres que le han llenado el alma de lindos recuerdos.
Igual y como tema de estudio en algún momento se vio embriagada (metafóricamente hablando) de la belleza natural de su rinconcito del alma. Luego, por azares del destino se impuso metas diferentes que está siguiendo olvidándose de lo demás. Pero su tierra pródiga le espera, no importa cuanto, pero ahí seguirá guardando lo que sabe que de suyo le pertenece.
Así sea!!
Pues a ver qué mi Leprosario. La verdad es que el turismo ha dejado de importarme como fenómeno. Pero espero seguir "turisteando" un buen.
Saluditos
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