domingo, diciembre 24, 2006

Un accidente planificado

Pos no, no queda de otra. Vamos apostándole a los accidentes. Nos la pasamos esperando tiempos mejores para decidir grandes cosas, y resulta que esos momentos nunca llegan. Pinche vara se nos mueve constantemente. ¡Aceptémoslo!, no tenemos la vida comprada. El mejor tiempo es el hoy (cualquiera que éste sea), no tenemos más.

Recuerdo cuando pensé en serio en la panzota por primera vez. ¡Uy!, el mundo de las dudas me invadió. «¿Cómo le hago?, ¡no cuedo!», pensaba con gran certeza. «Mmm, pero cuando termine la licenciatura». No, «mejor cuando termine la maestría». No, no es buena idea, «mejor cuando termine el doctorado». ¡Ah, que la…!, «mejor cuando comience a trabajar». No, «mejor cuando me den la definitividad». ¡Ja!, parece que sólo me invento pretextos.

¡Ya estuvo!, prefiero apostarle al (dizque) “accidente”. Finalmente ­—como dice el Manu—, yo vine porque puedo, no vengo a ver si puedo. He decidido dejar a un lado los peros y, haciendo mi amiga a la razón, he planificado tener uno afortunado.

Desde acá te lo escribo mi Sebastián de chulos ojos. Instalada como estoy en la mixtura del miedo y de la emoción. ¿Y que fuera resultando, tú? Mira que ¡wow!. A ver si lo consideras, ¿eh?, je.

viernes, octubre 13, 2006

Cavilando

No cabe duda que hay ciertas cosas en las cuales es mejor no pensar. Hoy me las di de valiente y me puse a pensar en mi pasado contigo. Craso error. Más me hubiera valido no hacerlo. Qué realidad tan desgarradora fue aquella con la que me encontré. ¡Qué abominable imagen! Me rehúso a identificarme con ese despojo que mi memoria recuperó.

Tus brazos aprisionaban algo en lo que me reconocía. Mas era como si no fuera yo, sino otra. Otra que era como yo, una mujer lisa, una sombra de mujer. Tenía relieve, se movía, parecía existir, gozaba, sufría, y, sin embargo, no era nada más que una sombra. Le faltaba vida.

lunes, agosto 14, 2006

Así mero

Así.
Como el que no se podía arrimar a la lumbre por tener cola de zacate.
Así mero me quedé desde entonces.

martes, abril 18, 2006

La libertad

Ella estaba convencida de que su libertad no tenía sentido, sino con relación a un destino limitado. Sólo podía ser libre para decidir el tipo de cadenas que la atarían en un momento dado de su camino. Estaba claro. El equilibrio de su vida emanaba de la permanente oposición entre su rebelión [fortalecedora de monstruos] consciente y la oscuridad [creadora de fantasmas] en la que forcejeaba. Ante el convencimiento de tal absurdo, aquella madrugada optó por vivir lo más posible y no lo mejor posible. ¿Qué más daba? Finalmente, la acumulación de experiencias —que no juicios de valor— sería lo único que podría salvarla de las estúpidas morales que la asaltaban por todos los frentes, inmovilizándola.
Así, con sus eternos carceleros en mano, llegó a estacionarse frente a las orlas de aquel cuadro voluptuoso que su memoria conservaba. Expelió de su ser las resistencias, y éstas se diluyeron (junto con el humo del cigarrillo) entre la brisa de su rincón sagrado. Se deslizó (de la mano de doña cebada) hacia los riscos latentes de su interior. Los peñascos del costal que llevaba a cuestas rodaron lentamente por sus mejillas, para sepultarse después en los granitos de la nada. Sin dilación, se unió al trío la soledad anhelada. La verdadera soledad. La que libera de las presencias más ruines [esas que fueron alguna vez o que todavía no son, pero que nunca nos dejan completamente solos]. Sólo entonces, Ella fue capaz de sentirse a plenitud en Él. A la luz de la luna, le obsequió los besos más apasionados que sus labios jamás fabricaran. Cobijada por la arena, vibró entre esos brazos que le prodigaron las más ardientes caricias jamás admitidas. Y vivió.

martes, febrero 21, 2006

A ver si como roncas duermes

El año pasado, la incertidumbre, la desazón, la intranquilidad… en una palabra, el miedo estaba a la orden del día. «¿Y ora, qué?, ¿pa’onde?, ¿cómo?», me preguntaba. Con mil y un compromisos económicos (entiéndase deudas) encima, atareada, cansada, en el mar de la confusión y sin esperanza. Así, así me encontraba.

De pronto, como si hubieran surgido de la nada, llegaron las oportunidades. Corrijo. No llegaron. La neta es que las busqué. Lo que me sorprende, es lo fácil que se dejaron encontrar las méndigas. Pero, aparte, me emociona que lo hicieran en montón, y bien (¡chido!).

Ahora sí mi Zihuatl, la pistolita ya tronó. Las clases, los proyectos de investigación, la coordinación de programas de educación, más clases por allá, el changarro, el movimiento y —próximamente— la panzota te demandan. ¿Será que puedes con el paquete?

¡Aguevo!

lunes, febrero 20, 2006

¿17?, ¿2?

Lo cierto es que parecen TODOS. Y a las galletas de animalitos, cuando más se les necesita, no se les ocurre asomar las narices.

miércoles, febrero 08, 2006

Daltonismo

«Que alguien me explique» —diría el buen Moncho—. No entiendo por qué, cuando me pongo a hacer números, éstos aparecen en rojo (¿ya ven?). He comprado plumas de todos los colores, he cambiado de cuadernos a lo bestia, hasta he usado diferentes programas en la compu, y nada. Los méndigos, tan coloradotes cual manzanas. ¿Será que soy daltónica? Será el sereno. Lo cierto es que, si las restas —que no sumas— fueron mi coco durante la primaria, ahora me he vuelto un as con ellas.
Pero no es nada nuevo, siempre he tenido broncas con la lana. Parece que cuando nací, ya venía hipotecada. Y no me refiero sólo a que tenga la vida prestada, sino a que siempre he vivido de prestado. Los dulces que me comí cuando niña. Las tortas que me receté en los recreos. Los camiones que tomé para desplazarme. Los tres libros que leí y que fueron a parar a la repisa de mi sala. El coche que me lleva y me trae (y otras cositas, je). La casa que me alberga. La ropa deshilachada que me viste. La máquina a la que le estoy contando esto. La comida que me mantiene con vida. Las chelas… Todo, absolutamente todo lo material que he tenido, ha sido gracias al crédito. Los préstamos de los compas, de la familia, del galán, del banco o de las tiendas han hecho posible mi permanencia en este mundo. Un mundo que, para colmo, también me prestaron. Chale.

viernes, febrero 03, 2006

Ora, ora

Esa mi Camila,
nomás sin insultar,
pos ¿qué pues, pues?

¡Ma moyolikatzin!

miércoles, enero 18, 2006

Ahhhh!

Ahora sé dónde estoy. ¡Ya me encontré! «Por ahí andas, disfrazada», me dijiste aquella vez, tratando de confortar mi ego. Meses y meses pasaron pero, aunque me busqué con afán, nunca pude dar conmigo. Anduve tus rincones de arriba abajo. Retrocedí mil años en el tiempo. Te volteé de cabeza. Todo para ver si…acaso...a la mera…, pero nada. Y mira nada más, después de tanto mal viaje, cuándo me vine a ubicar. Sí, yo estoy ahí. Ese espacio es sólo mío. Esa humilde esquinita es el testigo mudo de aquello que fue tan real (como el Chupacabras, je).