martes, septiembre 06, 2005

De más a menos

Andante, a tu lado el camino se hizo corto y liviano. Los enormes cerros, con sus lomos salpicados de vida, se salieron del clásico cuadro inmutable y comenzaron a danzar en derredor. Las milpas, ayudadas por el viento de la tarde, me ofrecieron el erótico espectáculo de sus caricias. Las extendidas nubes, cual algodones de azúcar, me mostraron su fiereza llena de amor por el maicito (como tú le llamas). La coqueta mariposita le dio un toque divertido a la escena cuando se dispuso a jugar a la distancia con el zopilote expectante que le proponía atrevidas acrobacias. Las casitas, allá en el fondo, nos esperaban con los brazos abiertos. Y tu flauta, ¡oh, sí!, tu rítmica flauta le dio un respiro a mi agitado corazón. Definitivamente, una pausa necesaria en la atropellada carrera del sinsentido.

Abrumado, tu compañía me bajó de la nube a la cotidiana realidad. Las espigadas colillas fueron poblado nuestro cenicero, al tiempo que los problemas rutinarios aderezaban nuestra charla. El tinto le llevó calor a nuestro vientre en esa fresca noche. La cocina italiana nos conquistó con sus delicias. Preguntas y más preguntas. Ansiedad por saberlo todo del otro. Sueños e historias dolorosas llenaron las páginas de nuestros libros. Reconocimiento de una vida tan lineal y aburrida que cansa.

Avorazado, tu presencia me hizo fuerte para introducirme a la cueva del lobo. En aquel sitio de madrugada, los cerros se convirtieron en senos muertos, desvencijados de tanto amamantar a hijos y a amantes. Las milpas se tornaron güilas vulgares que bailaban al ritmo del punchis punchis. Los algodones de azúcar se volvieron un solo cáncer vaporoso, plagado de la animalidad humana. La mariposa y el zopilote jugaban, pero cada quien por su lado, sin armonía, sin coquetería, sin amor. Las casitas devinieron ojos terceros asquerosos, que esperaban a sus visitantes con desdén. La intranquilidad volvió a inundar mi ser. Pero lo peor, fue descubrir la vileza que se esconde detrás de esa máscara gentil y sabia. Penoso broche que clausura una jornada absurda.

Tres escenas, tres momentos, tres lugares, tres situaciones, cuatro personajes. ¡Cuán flexibles podemos llegar a ser! Una bella melodía me permitió reconocer mi zumbido constante y familiar, pero ese reconocimiento me dio la oportunidad de descubrir un estruendoso ruido indeseable. Poco a poco, la energía me abandonó y quedé más vacía que al principio. ¡Qué cosas tiene la vida!

6 comentarios:

El leprosario dijo...

Definitamente me gusta este estilo de escribir. El relato es sugestivo y lleno de situaciones mundanas y a la vez únicas.

Je, recordé a mi héroe Rodolfo Fierro cuando animaba a sus tropas a cruzar hacia Sonora, luego de las derrotas del Bajío.
"No se agüiten -decía-, que lo que sigue está pior"

Ánimo!!

Zihuatl dijo...

Ja,ja,ja, pinche Leprosario, coincido completamente con su gurú Fierro. Y no es que me agüite, nomás me invade la nausea.

Saludos

La Nieta dijo...

Me parece la interpretación de 3 ángulos diferentes de la memoria, tratandose de una sola consecuencia de la decisión tomada. Lo que descubre al final, no se compara con lo que hubiera solamente creído, fue un descubrimiento valioso que no? Logra quitar la máscara.

Zihuatl dijo...

Órale Nieta, ¡qué chida interpretación! Ojalá pudiera decir que "descubrí" algo y que, en consecuencia, mis actos serán mejores. Pero la verdad, no lo puedo asegurar. Este méndigo circo que me sangolotea tanto no me deja. "Que no le cuenten, que no le digan...", es una de mis frases favoritas. Así es que, aunque me queme, no aprendo a dejar de poner la mano sobre el fuego, je.

Saludos

Anónimo dijo...

Sigue abierta la invitación bonita.

Zihuatl dijo...

Gracias mi filósofo. Pero ya te dije, el 2006 será mi año.