jueves, agosto 04, 2005

El que a buen árbol se arrima…

¡Ah!, qué buenas tardes me he pasado leyendo a la sombra del arbolote que tengo en el traspatio de mi casa. Como que los pensamientos fluyen más fácilmente cuando no están aprisionados entre las cuatro paredes blancas de un cuartucho lleno de humo. Claro que me expongo a que algún bicho impertinente visite las páginas de mi libro. Pero, con el tiempo, incluso esos raros especimenes se han integrado a mi dinámica y hasta la han hecho más divertida. Además, tengo un horizonte hacia el cual voltear. Las nubes me mandan mensajes con sus extrañas figuras. El sol juega conmigo, me acaricia, provoca mi ensoñación. El pastito me hace cosquillas y su aroma me embarga de frescura. El viento se lleva consigo a los molestos fantasmas que me encadenan. El mundo entero está ahí dispuesto a charlar conmigo. Hoy, por ejemplo, platiqué con mi árbol. Me acordé del refrán y enuncié su primer frase en voz alta: “el que a buen árbol se arrima…”, pero cuando lo iba a complementar, volteé a ver a Cuauhtic (que así he bautizado a mi árbol por su grandeza) y le pregunté: ¿buena sombra lo cobija?

Indudablemente, la seguridad es un divino tesoro. ¿Quién no ha tenido la necesidad, cuando se ha sentido débil o impotente ante ciertas cosas, de recurrir a alguien mejor que haga el papel de guía o de ángel de la guarda? En momentos difíciles, con el afán de sentirnos seguros, somos capaces de abandonarnos al amparo de un “buen árbol”: de alguien que es, tiene o sabe más que nosotros. No está mal acercarse a otro de vez en cuando en busca de ayuda, nadie es todopoderoso. Pero aquél que piense que con el sólo hecho de arrimarse a un buen árbol tiene garantizada una buena sombra que lo cobije, está perdido, pues está destinado a vivir dependiendo de él. Y cuando éste se seque, se caiga de viejo o lo talen, ¿qué va a hacer sin su cobijo? La seguridad que puede proveer la sombra de un buen árbol no depende del propio árbol, sino de quien sabe aprovechar su sombra. A fin de cuentas, lo bueno no se transmite por contagio —no basta con sólo arrimarse—, sino que se requiere de chamba. Quien se duerma en sus laureles creyendo que es suficiente acercarse a lo bueno para serlo también, no lo conseguirá.

Además, el acercarse a un buen árbol conlleva un gran riesgo. La sombra que éste produce con su colosal figura puede limitar la capacidad de crecimiento de todo lo que se encuentra debajo de sus ramas. Un arbolito que vive a la sombra de uno más grande se encuentra imposibilitado de obtener los rayos del sol que tanto necesita para desarrollarse. Si permanece bajo su cobijo, nunca podrá convertirse en un árbol frondoso, capaz de proyectar su propia sombra. En la selva, los árboles libran batallas por la supervivencia, y los ganones son los más audaces, los que se las ingenian para alcanzar grandes alturas y evitar con ello que algún otro los venga a opacar o a ensombrecer, robándoles la luz que necesitan. Aquellos que se rinden ante la habilidad de los otros, como no pueden seguir compitiendo, no les queda de otra más que someterse. Si acaso pueden seguir viviendo, es sólo porque los más grandes, ocasionalmente, dejan pasar uno que otro rayito de sol que les permite mantenerse.

Así pues, la falacia del refrán se extiende también al mentado cobijo que puede proporcionar un buen árbol. El estar a su sombra, que en un primer momento pudiera parecer algo reconfortante por la aparente seguridad que proporciona, se convierte en una verdadera amenaza. Es bueno ir a descansar de vez en cuando a la sombra de un buen árbol, apoyarse en un tronco fuerte, y estar al amparo de sus ramas; pero sólo cuando el calor se vuelva insoportable. Además hay que procurar que no llegue a convertirse en una dependencia y hay que tener el suficiente cuidado de no quedar ensombrecidos de más. Si trasladamos la figura del árbol al mundo animal, se antoja que “más vale ser cabeza de ratón que cola de león”, ¿no creen?

3 comentarios:

El leprosario dijo...

Me acordó de un ensayo que alguna vez leí. El escrito es relajante. Sabe expresar lo que sólo recostado bajo las ramas de un gran árbol se puede sentir.

Creo también que no hay necesidad de querer sobrepasar árboles mayores. Cada quien con su sombra no cree?
Salute!!

Zihuatl dijo...

No me limite Leprosario, no me limite. ¿Quién sabe cuál es la sombra que le corresponde a cada cual?

Zihuatl dijo...

Maldito Spidercape:

Déjeme que le diga que no estoy tratando de entender "otras formas de vida" como asté dice. Precisamente, porque soy conciente de lo poco (o nada) que me entiendo a mí misma, es que pregunto en derredor, pero no por lo que ese mundo sea en sí mismo, sino por lo que es para mí, para tratar de ver qué pedo conmigo, ¿comprende?

Pero, siguiendo con la metáfora, sólo le puedo decir que usted es un gran arbolote (marca acme) para mí. Lo chido es que, de vez en cuando, deja pasar algunos rayitos de sol para que yo pueda seguir creciendo, je,

Un abrazote méndigo