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Desde que tus ojos se toparon con los míos en aquel nuestro primer encuentro, el mundo se dignó, por fin, hacerme un lugarcito. Tu mirada preguntona aguza mis sentidos y me insta a descubrir la vida de tu mano. Mi eterno insomnio encuentra su razón de ser en tu llanto nocturno. Tus ruiditos espantan a mi monstruo. Mi ternura puede explayarse a su antojo. Tus arrugotas a la Pinicho y tu boquita a la Nonatí llenan el vacío de la ausencia. Mis caricias aciertan en su blanco perfecto. Tu fragilidad me exige estar en pie, y tu fortaleza me pone el ejemplo. Mi alma se llena de gozo con tu sonrisa. Desde que estás a mi lado me siento completa en la carestía. Eres el pedacito que me faltaba Renata.