sábado, octubre 29, 2005

Chiquitibum bombita

Para La Flaca (ay, qué bonita) con cariño

¿Cuántos cumples? Diría Cepillín a las cinco de la mañana para despertarte: ¿uno o dos? Después de un amplio recorrido por los números, comenzaría a exclamar con asombro: ¿treinta?, ¿cuarenta?...Y así continuaría hasta llegar a mil. Enseguida se soltaría con el clásico: Estas son las mañanitas… Tú te limpiarías las lagañas y te incorporarías en tu cama ruborizada. Frente a ti estaría Nonatí cantándote alegre mientras se balancea de un lado al otro cual niña chiquita emocionada. Tú permanecerías sentada sobre tu cama. Sonreirías y, al sentir en tus huesos (que son muchos) el frillito del amanecer, te cubrirías los brazos con el cobertor. La Doña se desesperaría y correría a tu lado. Jalaría la cobija y te diría: «Ah no cabrona, ya levántate». Tú rezongarías: «Ay amá, está haciendo mucho frío». Ella te motivaría: «¡Ándale güevona!, ya casi está el pozole, ¿no lo hueles?» y aplaudiría. Aflojerada pero siempre con el diente pelón, te levantarías. Doña Bety te daría un fuerte abrazo y te contaría los planes que tiene para tu fiesta. Entretanto, le llegaría el turno de saludarte al gritón de Chente, y te contaría que: …linda está la mañana en que vengo… Te refugiarías en el baño para escapar al sonsonete.

¡Un año más flaconcia! Quisiera tener los brazos de la mujer biónica para poder alcanzarte y estrujarte. Pero sólo tengo recuerdos para compartirte y un corazonzote para albergarte. Te lo quiero un titipuchal. Felicidades.

jueves, octubre 27, 2005

Andar, andar

Soy un bebé de meses. Hace algún tiempo alguien me compró una andadera y me enseñó a mover mis piernas para dirigirme hacia el lugar deseado. Después me sacó de ese simpático carrito y me tomó de la mano para llevarme a andar por todos lados. Enseguida me soltó la mano, pero me agarró por la espalda de la playerita para cuidar de que no me cayera. Por fin me ha dicho que, cuando cumpla el año, me dejará caminar sola. Y la cuenta regresiva ya comenzó.

Estoy sentada en el mosaico helado. Las piernas me tiemblan. Volteo a ver hacia abajo. Hago bizcos. «¡No me muevan el piso!», quiero gritar. Respiro hondo. Me aferro al sillón que tengo al lado y, con esfuerzo, logro incorporarme. La visión sigue confundida. «¿Viene o va?», me pregunto. No hay nadie en derredor. «¿Me aventaré?», reflexiono. Siento un hormigueo en los piecitos, es algo así como una corriente que los fortalece. «Pos qué chingados, que al cabo, del suelo no paso», me decido.

martes, octubre 25, 2005

2º Aniversario

¿Quién lo diría?, ya pasaron dos años desde que estampé mi firmé en el dichoso papelito. Eso amerita una chela, ¿no te parece? Brindo por este largo periodo de apretujancias porque, sin embargo, se mueve. A tu salú.

Recuerdo aquel día. Estaba en compañía de La Doña, sentada en la salita de espera —que, por cierto, estaba adornada con cuadros multicolores re’gachos—, con las manos sudorosas. Todavía dudaba del paso que iba a dar. Abrazaba a Nonatí con ansiedad. Ya iba, ya venía, parecía león enjaulado. Brincaba para quitarme de encima ese sentimiento indescriptible, mezcla de terror y de dicha. El pantalón de mezclilla colgado en aquél tendedero de azotea solitario —pintura signada por un tal Gómez, que en su casa lo conocen—, me anunciaba las penurias venideras. Tenía la boca seca. El pulso estaba al mil por hora. Quería salir corriendo de ahí. A punto estaba de ir a buscar una tienda para comprar un chesco, cuando arribó la recepcionista. «¿La señorita Zihuatl?», preguntó con el tono tan peculiar que tienen las voceras de las tiendas de autoservicio. ¡Chin!, se me cayeron los chones. Ahí vamos pa’dentro. Sin decir agua va, me pusieron enfrente siete hojas tamaño oficio, llenas de letras y sellos por los dos lados. El señor licenciado hablaba y hablaba, pero yo no lo escuchaba. Un zumbido constante y sordo me aisló del mundo. Las letras me brincaban, así que tampoco pude leer el amenazador documento. Nonatí me miraba con ternura. Parecía burlarse de mí. Seguramente le hacía gracia mi brillante bigote (por aquello de las gotitas de sudor). Por fin, el don dejó de parlotear y señaló con su dedo un espacio en el que con dificultad pude reconocer que estaba anotado mi nombre. Miré por última vez a La Doña, con la expresión de los desahuciados. Tomé el bolígrafo que se me ofrecía. Y, temblorosa, escribí mi nombre en el lugar indicado.

Sí, cero y llevamos dos. Sólo quería decir: Gracias. Por recibirme en tu regazo. Por protegerme de la lluvia que gota a gota orada mi espíritu; del viento que soplo a soplo hiela mi alma; del sol que rayo a rayo seca mi corazón. Por hacer eco a mis sollozos y a mis carcajadas. Por contagiarme de tu armonía y de tu paz. ¡Qué bien se está aquí!

domingo, octubre 09, 2005

80 años conmigo

¡Qué bonito día!, tan agitado él. Además, mi bolsillo no tuvo que alimentarme. Pero lo mejor es que estuve acompañada todo el tiempo por mi Modelo especial. Antes de que el sol me diera los buenos días, la agüita amarilla vino a regocijar mi barriga. Para iniciar, los pretextos no faltaron: «Una no es ninguna. Pa’cer hambre. Ya es sabadito alegre. Todo sea por lograr la inspiración requerida pa’chambiar. Nomás porque hoy no va a haber partido. Porque sí», ¿necesito más? Pues bien, estaba recetándome la primera (de ¿cuántas?, ni me acuerdo), y trago por viaje llegaron las llamadas: «¿Qué, un desayuno?», nos lo echamos, ¿cómo chingados no? «Oye, que mi cumpleaños», claro que voy a comer, qué caray. «Hey tú, que el bautizo de m’ija», ah chingá, ¿a poco ya tienes beba? Ni hablar, allá estaré para la cena, faltaba más.

Vaya que la primera sí que me abrió el apetito. Pollito picante con espagueti, bomba matutina aderezada con el fósforo encendido de mi modelo. Tostadas de cueros pa’la quinceañera (al cuadrado), aperitivo acompañado de los jugos de mi modelo. Pozolazo a la leña pa’soñar con los angelitos, remate carnoso endulzado con las mieles de mi modelo. ¿A poco no se les antojó? Con la pena jóvenes. No hay nada que pueda hacer por ustedes. Sólo puedo brindar a su salú con la modelo que me acompaña en esta fría madrugada tan trabajosa. La maldita alucina con que ha estado ochenta años conmigo (¿qué, qué?, pos si sólo tengo veintipico, ¿cómo está eso?) Déjenla, ya se le ha de haber subido. Ya saben cómo se ponen de necios los borrachos. Es mejor no llevarles la contra.

jueves, octubre 06, 2005

Chismes

Tengo una mala costumbre de redacción. Cuando en algún ensayo quiero sostener una idea que, según yo, ha sido enunciada por varios autores, suelo utilizar una vieja fórmula: “Se dice que…”. Pues bien, hace poco mi asesor me hizo notar que esa misma fórmula es la que se usa en los programas de chismes. Me dijo: «ya te pareces al programa de La Oreja, con su: “se dice que…las bubis de Galilea son operadas”». ¡Ja!, qué bochorno. Yo que quería dar la impresión de que la idea en cuestión era muy socorrida, y terminé trivializándola. Esa observación, en particular, me pareció muy buena. Por eso, quise hacerla extensiva a todos aquellos mensos que, como yo, cometen errores de ese tipo. Es mejor aclarar con pelos y señales. Así sean mil autores, estamos obligados a referirnos a cada uno de ellos y a sus argumentos con un: “Fulanito dice que…”.

Pero, la mera verdad es que esta introducción es un pretexto para mandarle un mensajito a todos aquellos que no quieren verse envueltos en chismes —y el programa de La Oreja me vuelve a ser útil aquí—. Quien quiera decir algo, que lo diga sin tapujos, o mejor que no lo diga. ¿Para qué andarle susurrando al oído a unos cuantos? Luego se quejan de la descompostura de los teléfonos, ¿eh? A todo aquél que se moleste por los chismes que se originan en un proceso de comunicación fallido, yo le diría: «Pos no lo propicies mi buen. Toma en cuenta que tu mensaje tiene un receptor —individual o colectivo—, y si no quieres que pongan palabras en tu boca, asegúrate de ser tú quien se lo haga llegar».